Tuesday, April 24, 2007

Stand up

¡Cortá con el llantito! Nadie se murió. Los gritos todavía resonaban en sus oídos, aun cuando hacía horas que había abandonado el lugar. En aquel momento se habia sentido desvalido y frágil, un infeliz, frustrado por no obtener lo que quería y culpable por sentirse de tal manera. El castigo era doble. No era lo mismo vagar por el mundo sufriendo la cruz de estar ciego o condenado por una historia infame o una enfermedad incurable, que andar llorando por las ampollas que produce la vida misma.
Pero de pronto, justo en el tiempo que dura un parpadeo, todo cambió. Algo que sentía ausente desde hacía muchos meses volvió a tocar la puerta y reclamó su habitual lugar. Se volvió a hacer amigo de su vida y sus eslabones. No de todos. Era definitivo. Algunos ya no los quería más.
Perdí cantidad, pensó en algún momento. Perdí aquello que no quería, se rectificó después.
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